Hace unos días me enteré del logro de una persona cercana. Está alcanzando algo que alguna vez, yo soñé. Lejos de darme rabia, envidia o celos, me puse extremadamente feliz. La verdad, me da un alivio saber que se puede. Pienso en las noches que me pregunté qué era el éxito y si se podría llegar a lo alto de ese camino… y viéndolo ahora estoy segura de que sí, y no solo se puede llegar hasta donde esta persona está. Hay mucho más.
La envidia es una admiración oculta, es saber que tenés el potencial para eso y otro se animó.
Pero cuando la destapás, es admiración a flor de piel, cruda, linda. Antes quizás yo me hubiese sentido un poco frustrada, pero ahora esta noticia me llenó de inspiración.
Cada persona que alcanza una cima que soñaste no te roba el lugar, te muestra el mapa, por dónde ir, te recuerda que vale la pena seguir caminando.
Los caminos no se cierran porque alguien llegó antes, al contrario, se abren.
En vez de ver todo esto como un espejo de lo que falta en mí, decido verlo como una ventana, decido pensar que hay algo detrás de lo que veo, una historia, y mucho coraje. Porque vamos creando una red de coraje a lo largo del tiempo. No es fácil animarse, hablar, salir, viajar, etc. Pero como siempre decimos con mis amigas ‘‘Hay que elegir nuestro difícil’’ Es difícil seguir nuestros sueños, pero es más difícil no seguirlos y quedarse con las ganas ¿cuál preferís?
En Kabbalah siempre hablamos de agrandar nuestra vasija porque uno solo recibe lo que puede sostener. Hay una fuerza superior lista para darnos todo, solo necesita que podamos sostenerlo.
Imaginá que existe el universo, Dios, el creador, la vida misma, como quieras decirle, y esa energía es como una jarra de agua infinita lista para dar, y vos, sos un vaso pequeño. No importa cuánta agua quiera darte el universo, se va a derramar. Pero si agrandás tu vasija, con trabajo interno, con certeza, con acciones incómodas, entonces vas a poder sostener más.
Cada paso fuera de la zona de confort es una señal al universo de “Estoy lista para recibir más” Y ahí, la Luz responde. No porque te premie, sino porque vos mismo creaste el espacio.
Y no solo eso, cuando agrandás tu vasija, tu deseo, también agrandás tu capacidad de dar.
Ahí está la magia. No se trata de desear algo solo por ego, solo por uno mismo, sino desear de verdad, con el propósito de compartir.
Y eso me hizo pensar ¿cuántas veces achiqué mi deseo por miedo a no poder sostenerlo?
Cuando ves que alguien cercano lo logra, se enciende algo en vos. Y no es por competencia, sino porque esa chispa del otro te recuerda tu propio fuego, si lo sabés ver.
Hoy, más que nunca, siento que no hay sueños demasiado grandes, solo deseos pequeños.
Porque los sueños grandes no son caprichos, son llamados. Y la ‘‘envidia’’ no es más que tu alma diciéndote que vos también podés.
La forma más honesta de honrar eso… es animándonos.